Arquitectura y cultura, dos palabras en continuo diálogo. La arquitectura responde a las necesidades de la sociedad en un momento y lugar determinado y por tanto es un fiel reflejo de una identidad cultural concreta. La arquitectura es una expresión de la cultura y al mismo tiempo construye cultura.
La conexión entre la arquitectura y la cultura es tan antigua como las civilizaciones mismas, y a lo largo de la historia ha habido un diálogo continuo entre ambas. La arquitectura no solo refleja la cultura de una época, sino que también está moldeada por ella. Los materiales locales, las técnicas constructivas y la adaptación al medio de una sociedad es la que define su arquitectura. Nada como la arquitectura vernácula, aquella que surge de la tradición local, como para mostrar como las culturas adaptan sus construcciones a una geografía y clina determinado.
Ejemplos claros de la anterior son las casas de barro en las zonas desérticas, que mantienen una temperatura interior estable gracias a la inercia térmica del material; los iglús en el ártico, donde se utiliza la propia nieve y el hielo como material único de construcción puesto que es de lo que se dispone o las casas cueva completamente integradas en el entorno.
Los edificios, monumentos y espacios públicos en las ciudades son un fiel reflejo de su historia y del carácter de esa comunidad. Cuando observes un edificio detente un momento a considerar sobre la cultura de la cuál emergió. Desde los monumentos antiguos, hasta los rascacielos contemporáneos, cada edificio cuenta una historia que va más allá de lo estético, revelando aspectos esenciales de la época en la que fueron diseñados, sus costumbres, su forma de vivir y sus tradiciones. Basta recordar las pirámides de de Egipto, las catedrales góticas, los edificios industriales del siglo XIX o los rascacielos del siglo XX.
Hay mucha historia esperando a ser descubierta detrás de cada ciudad o edificio que visitamos. Historias de humanidad, de creatividad y de sociología. Solo hay que tener interés en descubrirlas.
Esta identidad cultural a través del diseño y de la arquitectura, en las últimas décadas debido a la globalización ha comenzado a perderse, generándose un fenómeno de homogeneización arquitectónica. Nos encontramos con edificios idénticos en distintas partes del mundo, con condiciones geográficas, climáticas, culturales e históricas muy diferentes. La arquitectura contemporánea parece alejarse de la sociedad de cada lugar caminando hacía una gran globalización que hace que mucha gente no sea capaz de entenderla y reconocer la calidad de la misma, quizás porque está alejada de su cotidianidad.
Hoy en día, la arquitectura se enfrenta a retos sin precedentes: desde el cambio climático hasta el crecimiento demográfico, pasando por los cambios en las formas de vida y trabajo. La arquitectura contemporánea no solo debe responder a las necesidades actuales, sino que también debe hacerlo de manera sostenible y responsable. El concepto de “usos mixtos” en los edificios, donde viviendas, oficinas y espacios de ocio coexisten, es un ejemplo de cómo la arquitectura se adapta a las nuevas formas de habitar. Asimismo, la idea de espacios intergeneracionales responde a una sociedad que valora cada vez más la convivencia y la cohesión social.
Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, parece que la arquitectura contemporánea no siempre es entendida o valorada por la sociedad. A diferencia de artistas o actores, pocos conocen el nombre de los arquitectos actuales, a pesar de que todos vivimos, trabajamos y disfrutamos en los espacios que ellos crean.
La difusión de la arquitectura es una tarea pendiente. Es crucial que la sociedad comprenda y valore la arquitectura contemporánea, no solo por su estética, sino también por su impacto en nuestra calidad de vida. Lograr que el público conecte con la arquitectura es uno de los grandes retos de nuestro tiempo.
No nos olvidemos de mirar al pasado para construir el futuro. Para construir un futuro con identidad propia, es esencial que retomemos el diálogo entre la arquitectura y la cultura, integrando la sabiduría del pasado con las necesidades del presente.




