No podía comenzar mi blog de otra manera, sino hablando de arquitectura y belleza. Estas dos palabras resumen gran parte de lo que soy y de cómo veo el mundo. El gusto por la belleza y la arquitectura son dos de mis señas de identidad.
Toda mi vida he sentido una fuerte inspiración ante el mundo que me rodea. No importa si estoy en el campo o en la ciudad, en un oasis natural o en un espacio urbano aparentemente ordinario; siempre encuentro algo bello que me sorprende y me conmueve.
Como arquitecta, tengo el privilegio de poder crear belleza, de transformar espacios en lugares que emocionan, inspiran y conectan a las personas con su entorno. Mi objetivo no es solo diseñar edificios funcionales, sino también provocar una conexión emocional con los espacios en los que se vive, trabaja o disfruta del tiempo libre.
Las personas con una sensibilidad particular hacia la belleza, como yo, desarrollan una habilidad única para captar la esencia de cada momento y lugar. Nos damos cuenta de que cada instante es irrepetible, y tratamos de disfrutarlo plenamente. La sensación de sorpresa y admiración que experimentamos al contemplar una obra de arte, al pasear por la naturaleza o al recorrer las calles de una ciudad, es algo difícil de describir, pero que desearía compartir para mejorar el bienestar de la sociedad.
Kant decía que la belleza es el acuerdo y la armonía de las partes con relación al todo. Belleza es, en esencia, armonía y perfección, cualidades que inspiran admiración y deleite. La arquitectura, para mí, es una manifestación artística que tiene un impacto profundo en el bienestar emocional y psicológico de las personas. No es solo una disciplina técnica; es un arte que moldea nuestras experiencias y nuestras emociones.
La belleza en la arquitectura es una herramienta poderosa para transmitir emociones y valores culturales. No se limita a la apariencia superficial de los edificios, sino que abarca la armonía de las proporciones, la relación entre los espacios interiores y exteriores, la calidad de los materiales y la integración con el entorno. Un edificio bien diseñado tiene el poder de provocar una respuesta emocional inmediata; la pureza de una arquitectura moderna, con sus líneas limpias y espacios abiertos, puede transmitir una sensación de paz y tranquilidad a la persona que la descubre.
Numerosos estudios han demostrado que el entorno construido influye significativamente en nuestro estado de ánimo y bienestar. Los espacios bien diseñados y bellos pueden reducir el estrés, mejorar el estado de ánimo y aumentar la productividad.
Por ejemplo, los hospitales que aprovechan la luz natural y se conectan con espacios verdes han mostrado efectos positivos en la recuperación de los pacientes. Elementos como la luz natural, las vistas al exterior y la utilización de colores adecuados contribuyen notablemente al bienestar.
Del mismo modo, los ambientes de trabajo diseñados bajo estándares de confort y belleza pueden mejorar la moral y el rendimiento de los empleados. Espacios bien iluminados, con buenas vistas, en conexión con áreas verdes y un diseño ergonómico fomentan un ambiente de trabajo saludable y agradable. En este sentido, la belleza en la arquitectura no es un lujo, sino una necesidad para mejorar la eficiencia y el bienestar de las personas.
En el contexto del urbanismo moderno, la incorporación de la belleza en la planificación y diseño de las ciudades es más crucial que nunca. Con el crecimiento desmedido de las ciudades y el aumento del uso del coche, corremos el riesgo de crear entornos impersonales y deshumanizados. Sin embargo, mediante un diseño consciente, es posible crear espacios urbanos que promuevan la cohesión social y el bienestar.
La arquitectura vegetalizada, que integra espacios con vegetación en la vida diaria, es un ejemplo de cómo se puede lograr un equilibrio entre el desarrollo urbano y la calidad de vida. Los arquitectos, como creadores de belleza, no solo resolvemos problemas técnicos, sino que también buscamos mejorar la felicidad y el bienestar de la sociedad a través del diseño.
Acercar la arquitectura y la belleza urbana a las personas es un gran reto. Los edificios, al igual que la belleza, tienen la capacidad de impactar nuestras emociones. En nuestra vida diaria, la belleza se esconde en muchos rincones sutiles, esperando ser descubierta. Mirar al mundo con ojos de descubridor, dispuesto a reconocer la realidad circundante, nos permite relacionarnos mejor con nuestro entorno. La belleza nos rodea y nos envuelve, y si somos capaces de admirarla, somos realmente afortunados.
La belleza es una actitud, una manera de ver y experimentar el mundo. Como dijo David Hume, la belleza está en el ojo del observador, y aquellos que la aprecian plenamente son los verdaderamente afortunados.
En este blog, quiero explorar cómo la arquitectura puede contribuir a nuestro bienestar, cómo puede ayudarnos a reconectar con la belleza del mundo que nos rodea y cómo, a través del diseño, podemos crear un entorno más armonioso y bello para todos. Espero que me acompañen en este viaje, descubriendo juntos cómo la belleza y la arquitectura pueden transformar nuestras vidas de maneras que quizás nunca habíamos imaginado.
En resumen, la arquitectura es para mí una forma de arte, una manera de expresar mi amor por la belleza y de compartirlo con el mundo. Es un medio a través del cual puedo contribuir a hacer del mundo un lugar más hermoso, más armonioso y más habitable. Así que, si al igual que yo, sienten esa pasión por la belleza y la arquitectura, les invito a que me sigan en este camino, descubriendo cómo cada espacio, cada rincón del mundo, tiene el potencial de ser un reflejo de la belleza y la armonía que tanto anhelamos.




